Las lecturas del vecino

Interesarse en las lecturas ajenas es una actividad tan morbosa como interesarse por las vidas de los otros; qué hacen, con quién salen, qué compran, por qué los hijos son como son, si al marido lo vieron con una mujer que no es su mujer, las sospechosas llegadas tan tarde de la hija menor y el cambio tan extraño de modelo de auto; por eso interesarse en las lecturas ajenas son lo mismo, llegar a casa de alguien y fisgonear qué libros, qué temas, qué géneros guarda en su librero, si son ediciones baratas, si aún no ha sido rota la envoltura, si son originales o copias, si han sido tratadas con respeto o si han sido entretenimiento de los sobrinos que han ensayado su talento como dibujantes, libros que revelan su abandono con un separador mal puesto allá por la página 20, eso si hay un librero, si no la investigación bibliográfica tendrá que pasar la pila de revistas o periódicos diseminados en el baño o en alguna mesita de centro.

Pero también escudriñamos mientras se viaja en el transporte público, esperando en la fila del banco, de pie apretujado en algún vagón del metro después de transbordar rumbo a Pantitlán, y es que se trata de enterarse de todo lo que viene después de esos titulares: GOLEAN AL CAMPEÓN, mientras imaginas el partido… pase por la banda izquierda, desborda Suárez, mete un pase retrasado, o el MATÓ A SU ABUELO PORQUE LO MIRÓ FEO, y uno desea que el lector se demore segundos más para conocer más o menos el título del libro o del autor, de la nota periodística, de los apuntes de la escuela o de la agenda y uno termina preguntándose porqué el editor o el escribidor eligió esa tipografía tan pequeña pudiendo propiciar una lectura a cuatro ojos, acompañada, a dúo. Aunque espiar la lectura ajena no es recomendable pues se corre el riesgo de que el lector se dé cuenta y en un acto de aislamiento e ingratitud dé vuelta a la página de forma estrepitosa, los juicios acerca de las lecturas del vecino son varios, si sólo lee literatura de superación pesonal o de autoayuda y además combina con novelas de moda, si el periódico tiene cierto perfil, si la revista es de chismes de espectáculos o cultural o de política, y entonces uno piensa en dime qué lees y te diré si puedes ser mi amigo o te diré si eres un tonto, sin embargo supongo que con esa misma malsana curiosidad habría que interesarse más por nuestras lecturas, en el remoto caso de que existan, que por las ajenas.

Gabriel Feregrino

Publicado en el boletín 6 en la sección Cuarta de forros, en enero 2004 enhttp://www.alfaomega.com.mx/