Lecturas incompletas
Hay sentimientos de culpa voluminosos, como esa sensación que queda después de haberle deseado la muerte a alguien con una vehemencia comparable a la de Raskolnikov en Crimen y Castigo de Dostoievski, o el ansia por el fracaso del otro, un deseo a veces no siempre justificable, pero sí hacedor de ratos muy gratos; tal vez en esta exagero, pero hay sentimientos de culpa como mamotretos, cuando se abandona una lectura o la lectura lo abandona a uno, aunque enseguida venga la promesa de –ahora que tenga tiempo–, –no es el momento–, –la letra es muy pequeña, imposible leerlo–, –en las próximas vacaciones–, –lo leeré en un momento especial–, –si está muy interesante, peeroooo luego–, –tiene muchas páginas–, –no le entiendo nada–.
Y las lecturas se abandonan así, en el momento menos esperado, saliendo de la librería después de minutos y minutos de disquisiciones: porqué este y no el otro, éste me lo recomendaron, aquella edición es más barata, o también se abandonan ahí sentados en la taza del baño o frente a un televisor, abriendo cualquier libro entre ojeadas y hojeadas de frases truncas: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra […]” y das un buen salto “Cuando los mil años se cumplan, Satanás será suelto de su prisión […]” y ahí lo das por terminado.
Todos tenemos una amplia lista de libros inacabados, aplazados, dirigidos para otro mejor lector, uno supone; incluso libros que jamás concluiremos, ¿porqué?, por que no nos da la gana, por prejuicios, por que hemos escuchado al autor y sólo vemos a un monumento a la estulticia, otros porque son mejores en película o en obra de teatro, los más porque son excelentes cerrados y adornando espléndidamente un librero. Probablemente las ciencias de la conducta podrían explicar a los lectores tránsfugas de una obra a otra en busca de un género, de algún tema, un repertorio de palabras más inteligibles, yo qué sé.
Hay quien no sólo cuestiona sino también acusa y desaprueba absolutamente abandonar la lectura de un libro, como si les fuera la vida en ello, como si se tratara de una manda o una promesa o de cumplir con los doce pasos de AA, sin embargo hay que aceptar que existen libros que se niegan a ser leídos o lectores que se niegan a ser escritos, ¿las consecuencias? bueno, aunque la ciencia, las secretrarías o ministerios de cultura, asociones de arte investigan a fondo las secuelas y complicaciones, de momento uno obtendrá la mirada condenatoria y juicios que nos tildan de presuntusos o de brutos, y ahora que si por desgracia o fortuna aún no has abandonado la lectura de este boletín, hazlo, por favor.
Gabriel Feregrino
Publicado en el boletín 4 en la sección Cuarta de forros, el 2 de agosto 2003 enwww.alfaomega.com.mx
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